Cuantas veces me he visto en una de esas situaciones en las que, como
todos en alguna ocasión, decimos absolutamente convencidos “a mí eso no me va a
pasar”. En mi caso particular, han sido probablemente más de mil las veces. Soy
una de esas listillas, o como mi amigo Rafa suele decir “una listezas”, que
tengo razón porque tengo razón el 99,99% de las veces y por eso, en vez de ser
prudente, soy excesivamente atrevida.
Pues estas situaciones se dan mucho a lo largo de la vida pero, en
cuanto eres madre, se multiplican por trillón. Y es que yo era de esas que,
cuando veía a un niño llorar en un restaurante, gritar en el supermercado,
pegar, gruñir y patalear, siempre me giraba a mirar, clavaba los ojos en su
padre-madre-abuela-tutor legal, etc.,.. miraba al niño, me volvía a girar y
miraba a mis amigos, y con la boca bien abierta y un tono de voz contundente e
irrebatible decía: “A MÍ ME IBA A HACER ESO UN HIJO MÍO… GRRRR..” y ahí se quedaba la cosa. Con mis dos buenos
ovarios y sin admitir discusión alguna.
Gracias a Dios el tiempo te da y te quita, pero sobre te da, y lo que
más te da son una cuantas “buenas ostias en la bocaza”. Y ahora tengo un hijo
de 3 años que me calla esa bocaza a diario. Se parece a mí muchísimo, aunque a
su manera claro… estamos en el super y él está a su rollo, de pronto gira la
cabeza y me mira, mira a mi marido, mira a la gente de alrededor y, cuando está
seguro de ser el centro de atención todas los allí presentes, se pone a gritar
por lo que sea, porque es miércoles por ejemplo. Y tú rápidamente buscas en tu
cabeza la técnica de “padres en apuros” para hacerle callar, y la usas sin
resultado alguno, pero no le gritas, no le regañas porque todos te miran (y además hoy en día eso es ilegal), intentas
hacerlo de buenas pero no funciona. Esto se alarga durante unos minutos en los
que sufres un bloqueo total. Pero lo peor es que, cuando levantas la cabeza ves
a esa “listezas” como tú, que te mira pensando “A MÍ ME IBA A HACER ESO UN HIJO
MÍO...GRRRR..”, es en eso momento cuando te dan ganas de explotar, pegar,
gritar… “¿Por qué a mí DIossss?”.
Pues es uno de tantos y tantos momentos en los que te pasa esto.
Porque cuando nace un niño, tu hijo, todas esos “listecismos” se te vuelven de
golpe contra ti: no le cojas en brazos que se acostumbra, no es bueno mecerle
para dormir que se acostumbra, no le dejes luz por la noche que se acostumbra,
dar el pecho hasta la pubertad sí o no,… no le grites y no le castigues que le
creas un trauma, método estivil sí o no, enseñanza Montessori sí o no…. uffff
que pereza por Dios, cuantos listos andamos sueltos hablando de más,
aconsejando de más, y sobre todo, juzgando de más.
Si finalmente algo me ha enseñado la vida, el tiempo y las
experiencias, y aquí sí que os dejo un consejo de los buenos, es que dejes a la
gente hacer su vida a su manera, tomar sus decisiones y criar a sus hijos como
les salga de los mismísimos huevos. Odio que me digan que es lo que hace mal mi
hijo y sobre todo lo mal que le estoy enseñando, odio que me intenten hacer
sentir culpable de un posible futuro niño traumatizado porque le he gritado, le
he dado un azote o le he castigado. Así que, yo por lo menos lo voy intentar, y
os lanzo el reto de que hagáis lo mismo. Es muy tentador opinar y criticar, es
nuestra naturaleza. Pero en serio, cuando se trata de hijos, cierra la boquita
que nadie te ha pedio que hables, y sobre todo SEGURO QUE LA CAGAS.
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